Estábamos a un lado de la quinta esperando, con el trípode armado y la camarita en pause. La espera causa emoción y angustia. En ese momento buscaba mi lugar: aplaudir o grabar. La cámara tímida y lejana grabó a las primeras personas que llegaron. No eran indígenas. Nos advirtieron que debíamos alejarnos un poco más, que eran muchos, que venían muy rápido, subiéndose a los andenes y la guardia indígena hacía cordón pidiendo espacio. La tensión aumentaba. Inexperta y asustada subí el trípode un poco más. Llegaron los indígenas. Recorder. Encuadre desnivelado. Indígenas “a toda”, como si no supieran de las horas que llevan caminando. Hice un paneo. De nuevo no sabía si aplaudir o sólo grabar.
Pasaron docenas de minutos y la gente no se acababa. Nos miraban, miraban la cámara, saludaban, silbaban. Otros caminaban más rápido, en silencio. Un paneo más.
- ¿Qué pasó?
Me di cuenta de que se había metido varias veces en el encuadre el tronco de un árbol que estaba a un lado nuestro.
Lección 100: Prueba el encuadre antes de mover la cámara.
Estábamos ahí, grabando el mar de gente. Haciendo zoom un par de veces (pero sólo porque tenía trípode, ya teníamos varias tomas hechas con un arriesgado zoom).
-Cambia el encuadre.
Bajé un poco la cámara y comencé a registrar los pies de los marchantes. Unos minutos más. Stop.
-Entremos de una vez a la U.
Entramos con la marcha para evitar el proceso de reconocimiento ante la guardia indígena, al menos por ese día.
Dos Mini Dvs. Grabamos desde el interior la llegada de más indígenas. Hacía calor, sol de medio día, sed y hambre. Esculqué mis bolsillos, ya me había quedado sin dinero.
Adentro nos rotamos las cámaras e hicimos entrevistas y tomas elegidas por nuestra curiosidad.
Mientras una de nosotras grababa en audio la entrevista a los corteros de caña que estaban en paro, dirigí mi curiosidad hacia el cielo, un helicóptero de la policía llevaba algunos minutos sobrevolando el campus. Me dio rabia. Siempre que lo hacen me da rabia. En semana lo hacen sobre estudiantes. Ahora sobre los indígenas. Zoom. Pulso casi nulo. Mi mano ya estaba cansada. Seguí un poco el recorrido del helicóptero y deje de grabar. Mi brazo no aguantó más y estaba acostumbrada a que los helicópteros sobre la U.
Ya estábamos cansados, entonces decidimos dividirnos un rato y luego salir de la universidad.
El espacio había cobrado un fin y las cámaras estaban explorando el sentido que adquiría la universidad mientras se escribía su historia.
Me alejé un poco, hice alguna toma de los indígenas que estaban descansando y comencé a caminar de regreso. Llamé a una de mis compañeras, no contestó. Otra llamada:
-¿donde andás? Le pregunté
-Parce vení corriendo, acaba de aterrizar el helicóptero.
-¿Qué?... ay jueputa… donde están
-Por acá, por donde estábamos, pero lejos, donde no hay carpas, lejos, en el prado.
-¿Dónde?
-Caminá hacia donde estábamos ahora. Se me va a acabar el casete. Corré.
-Mucho cui… Colgó.
Me acordé del último tropel que hubo en la universidad. Se llevaron presos a algunos compañeros. Que pavor, la policía otra vez adentro. Se pueden llevar a cualquiera. Que miedo, y uno andando solo. Pensé en ese día y en la persecución a las cámaras.
No tenía ni idea de cuál era el lugar que me había indicado. Corrí hasta donde nos vimos por última vez con la esperanza de que la romería de la gente me condujera al lugar, pero parecía que la gente no se había dado cuenta; y yo que me los había imaginado corriendo despavoridos, como solemos hacer en la U cuando se mete el ESMAD.
Me encontré con otra del grupo.
-Parce que se metió el helicóptero. Le grité.
-Si, si. Salí corriendo para allá y se me cayó el hijueputa celular.
-Busquemos de donde llamar. Por donde fue.
-Por acá. Ya timbre, pero parece que no lo han visto. Parce es el tercero de este año. Ah
Así era. Ya había perdido otro celular en la corrida que nos toco con cámaras fotográficas y todo entre gases que tiraba el Esmad mientras ingresaba al campus. Era el mismo susto. Esta vez corriendo en sentido contrario, claro porque nos sentíamos más protegidas entre la minga. Al menos eso sentí hasta que me acordé del enfrentamiento que habían tenido los indígenas con el Esmad y el Ejército en La María. Saldo: un muerto. Pero tocó no pensar:
-Esta vieja se está quedando sin casete, voy a llevárselo.
-Bien, ahora las alcanzo. Cuidado.
Roja por el calor, sudando, agitada y exaltada, seguí corriendo hacia donde creía que había aterrizado el helicóptero y muy lejos de ahí alcancé a observar un pequeñísimo tumulto de gente. Me pareció que eran pocos curiosos para la magnitud del acontecimiento. Corrí hacia allá. Había una buseta, cámaras, una antena, gente murmurando y personas con carnets y chalecos.
No encontraba a mi compañera y tensionada comencé a gritar su nombre y a rodear la multitud. Después de darle tres vueltas al círculo de curiosos la encontré, al frente, grabando.
La gente estaba tan provocada por la situación como yo, pero no entendía que era lo que había ocurrido. Después de unos minutos de escuchar la conversación entre un delegado de la universidad y uno de Telesur me di cuenta de que en el helicóptero había ingresado un camarógrafo y otro trabajador de RCN.
El delegado de Telesur parecía enojado. Ambos se apartaron del círculo de gente. Le pedí la cámara a mi compañera que estaba atrapada en el tumulto y grababa los rostros asustados, y ególatras al tiempo, de los “periodistas” que eran rodeados.
Con el brazo cansado tomé la cámara y filmé de cerca los rostros de los delegados. La cámara no era más tímida. Aunque temblorosa, seguía de cerca la confrontación dejando testimonio exaltado por el acontecimiento y desvergonzado de la forma de enfrentar estas personas al lente.
La tensión que se vive en una universidad pública de este país primero se carga y luego se queda en la mente infiltrándose en las posibles reflexiones de momentos de angustia. Volví a recordar el tropel. La tensión de la U.
Fue un momento psicodélico, lleno de sensaciones. Por un lado RCN, al que repudio cada día un poco más. Una gomela que desde el carro observa bajo sus lentes oscuros y con su temor ególatra a los indios que la rodean, -debe ser la presentadora, pensé. Tomó agua de su botella “Brisa”. ¿Periodista? ¿Qué fue lo que estudió? ¿Qué es lo que yo estudio? Ahora mismo… qué es lo que se supone que estoy haciendo. Los indígenas rodeándolos firmes esperando a que llegue la guardia. Yo una más de su raza. Sin cabildo, sin resguardo, sin un movimiento. Ahí, entre curiosa, indígena y comunicadora. En realidad de todas partes, con raíz, instantánea y pensada. Apegada a ninguna parte, inmediata. A medios caminos. A medio pulso. Zoom. No, zoom no. Cerca. No, es tenso.
Pensaba mientras sostenía la cámara: me estoy boletiando, que tal que la guardia me desconozca y me pida la cámara, que tal haya un “para” que venga con los de RCN, que tal que haya un “guerrillo” que venga con los de Telesur, que tal que los del movimiento de la U recuerden que no permiten que uno los grabe. Que tal que… cualquiera. Dejá de estar pensando maricadas. Mirá lo que estás filmando.
Cuando dejé de hablarme logré entender de qué se trataba el alegato. El enviado de Telesur estaba defendiendo a la gente que había entrado de RCN.
-Aquí todos tienen derecho a informar, que es lo que les pasa.
-Por eso hoy la guardia permitió el ingreso de RCN y Caracol, pero esa no era la forma de entrar, aquí se manejan tensiones, como es que van a entrar así, hay que tener un poco de respeto. Calmate que lo que se está pidiendo es eso.
El delegado de Telesur miró furioso la cámara. Yo volví a pensar… que tal que. Pero con poco pulso seguía grabándolos. La gente pidió que lo investigaran -de cuanto acá tan amigos de RCN. Enfurecido aún, quitó la mirada de la cámara y dio la espalda a la multitud para marcharse. La gente todavía en círculo no lo quería dejar ir. El delegado de la U pidió calma mientras llegaba la guardia.
Yo gritaba con los demás pidiendo respeto. En parte porque estaba exaltada. En parte porque quería que vieran que estoy con ellos. La gomela alegaba con la muchedumbre y un compañero suyo hizo una llamada por celular. Cuando llegó la guardia indígena el tumulto pidió que se aplicara el castigo indígena. Uno de los de la guardia tomó la vocería y habló con el delegado de la U y concluyeron.
-Estamos pidiendo respeto.
-Si… Gritaron a coro los indígenas.
-Saquémoslos de la universidad para enseñarles que nos tienen que respetar.
El público aprobó la decisión.
-¿Salimos por acá entonces? Sugirió uno de los periodistas.
Algunas personas gritaron que no. –No vaya a ser que hagan una cagada de las que saben.
El delegado de la U tampoco estuvo de acuerdo:
-Les vamos a enseñar lo que es el respeto. Aquí hay una guardia y un protocolo que respetar, entonces les vamos a mostrar por donde tenían que entrar.
-La guardia indígena va a formar un corredor y los vamos a sacar por la vehicular. Complemento el vocero de la guardia.
Pasaron algunos minutos y fueron llegando más indígenas de la guardia. Veía con asombro la forma en que se iban organizando para hacer el corredor hacia la salida, unidos por sus manos y bastones de mando. Se agotó la batería. –Mierda. Cómo me quedo sin batería para esta maravillosa escena, pensé. Primero iba la buseta con el camarógrafo que había llegado en el helicóptero de la policía, la gomela y un miembro de la guardia. Rodeándolos el corredor humano. Atrás, el carro del delegado de la U con otros de los periodistas y otros a pie, también rodeados por los bastones de mando. A los lados, al frente y detrás, la gente que se había esparcido.
Lo único que quedaba para registrar el momento era una grabadora digital de voz. Caminaba atrás del corredor, al lado de un niño de unos 15 años, en pantaloneta, chanclas, sin camisa y con un radio colgando de su cuello. Estaba escuchando un informativo. Una vez más me exalté, esta vez por la indignación que produjo en mí el informe del locutor: Hace poco nos informaron que la guardia indígena de la minga que se encuentra en la Universidad del Valle tiene retenidos a periodistas de RCN y Caracol que hacían cubrimiento de la minga. En estos momentos los están llevando a aplicarles el castigo indígena que consiste en darles juetazos.
-Hijos de puta. Grité.
Los que habíamos escuchado estábamos asombrados. Es diferente tener conocimiento de que por la inmediatez o por diferentes intereses los medios de comunicación tergiversan la información causando daños irreparables. Otra cosa es sentirlo tan cerca, como se siente en la U. Como se sintió en ese momento en el que caminábamos para sacar a los periodistas mientras un locutor informa a la ciudadanía que les van a dar juetazos por que les dio por retenerlos.
Corrimos hacia el carro del delegado de la U.
-Ve poné cuidado a las emisoras y pedile a estos que rectifiquen. Por la radio están diciendo que los indígenas retuvieron a la gente de RCN y que les van a dar juetazos.
Aceleró y ya en la salida cuando iban a abrir la puerta de la vehicular dijo: Antes de salir les voy a pedir algo. Me informaron que se está diciendo en los medios que la guardia indígena de la minga que se encuentra en la Universidad del Valle los tiene retenidos y que se los están llevando a aplicarles el castigo indígena. Hasta que no llamen a rectificar no los vamos a dejar salir.
La gente volvió a enfurecerse, yo también, especialmente al ver que los retenidos se negaban a hacer alguna llamada porque decían que eso no era cierto. Iba a gritar, con algo de temor, que yo tenía grabado el audio, maldecía de nuevo el haberme quedado sin batería. En eso el niño de la radio me señaló, la multitud volvió su mirada hacia mí por un segundo, lo único que pude hacer fue mostrar la grabadora y asentir.
La gente presionó, gente de derechos humanos, profesores, delegados de varios lugares, entonces el periodista accedió a hacer una llamada.
A mí me pareció inútil, en la efervescencia del momento esa era una solución inútil.
La multitud pedía el castigo indígena. El líder del la guardia le pidió al periodista que se acercara y le tomó por detrás los brazos.
-Vamos a enseñarles entonces en qué consiste verdaderamente el castigo indígena.
Lo encadenó a un poste y sacó un juete. El periodista perdió color, yo también. Luego soltó una carcajada.
-Rectifiquen. Ahora saben lo que habría sido el castigo indígena.
Una docena de minutos esperando rectificación. Los bastones de mando rodeando a los intrusos. Yo estaba exaltada, sudando, cansada. Me aparté de la escena para ir por agua y buscar la gente que tenía batería. La multitud también comenzó a dispersarse y quedó la guardia indígena con los periodistas… esperando.
-¿Porqué la escuchamos? Sarta de ideales. Necesito escuchar más gente. Además ¿quiénes son nosotros?