lunes, 12 de enero de 2009

A MEDIO PULSO

Me parece que era medio día. Sol intenso. La minga ya estaba organizada en una parte de la universidad: cambuches, ollas, almuerzo, sonido, tarima. No se trataba solo de la presencia de la minga indígena del sur, ahora estaban los indígenas del norte y más curiosos se unieron el sábado. Los días anteriores casi que éramos los únicos aficionados siguiendo de cerca el recorrido. En la universidad ya éramos unos cuantos más. Estudiantes, profesores, curiosos, delegados de todas partes que registraron la llegada por la quinta:

Estábamos a un lado de la quinta esperando, con el trípode armado y la camarita en pause. La espera causa emoción y angustia. En ese momento buscaba mi lugar: aplaudir o grabar. La cámara tímida y lejana grabó a las primeras personas que llegaron. No eran indígenas. Nos advirtieron que debíamos alejarnos un poco más, que eran muchos, que venían muy rápido, subiéndose a los andenes y la guardia indígena hacía cordón pidiendo espacio. La tensión aumentaba. Inexperta y asustada subí el trípode un poco más. Llegaron los indígenas. Recorder. Encuadre desnivelado. Indígenas “a toda”, como si no supieran de las horas que llevan caminando. Hice un paneo. De nuevo no sabía si aplaudir o sólo grabar.
Pasaron docenas de minutos y la gente no se acababa. Nos miraban, miraban la cámara, saludaban, silbaban. Otros caminaban más rápido, en silencio. Un paneo más.
– ¡Hijueputa!
- ¿Qué pasó?

Me di cuenta de que se había metido varias veces en el encuadre el tronco de un árbol que estaba a un lado nuestro.

Lección 100: Prueba el encuadre antes de mover la cámara.

Estábamos ahí, grabando el mar de gente. Haciendo zoom un par de veces (pero sólo porque tenía trípode, ya teníamos varias tomas hechas con un arriesgado zoom).

-Cambia el encuadre.

Bajé un poco la cámara y comencé a registrar los pies de los marchantes. Unos minutos más. Stop.

-Entremos de una vez a la U.

Entramos con la marcha para evitar el proceso de reconocimiento ante la guardia indígena, al menos por ese día.

Dos Mini Dvs. Grabamos desde el interior la llegada de más indígenas. Hacía calor, sol de medio día, sed y hambre. Esculqué mis bolsillos, ya me había quedado sin dinero.

Adentro nos rotamos las cámaras e hicimos entrevistas y tomas elegidas por nuestra curiosidad.
Mientras una de nosotras grababa en audio la entrevista a los corteros de caña que estaban en paro, dirigí mi curiosidad hacia el cielo, un helicóptero de la policía llevaba algunos minutos sobrevolando el campus. Me dio rabia. Siempre que lo hacen me da rabia. En semana lo hacen sobre estudiantes. Ahora sobre los indígenas. Zoom. Pulso casi nulo. Mi mano ya estaba cansada. Seguí un poco el recorrido del helicóptero y deje de grabar. Mi brazo no aguantó más y estaba acostumbrada a que los helicópteros sobre la U.

Ya estábamos cansados, entonces decidimos dividirnos un rato y luego salir de la universidad.
El espacio había cobrado un fin y las cámaras estaban explorando el sentido que adquiría la universidad mientras se escribía su historia.

Me alejé un poco, hice alguna toma de los indígenas que estaban descansando y comencé a caminar de regreso. Llamé a una de mis compañeras, no contestó. Otra llamada:

-¿donde andás? Le pregunté
-Parce vení corriendo, acaba de aterrizar el helicóptero.
-¿Qué?... ay jueputa… donde están
-Por acá, por donde estábamos, pero lejos, donde no hay carpas, lejos, en el prado.
-¿Dónde?
-Caminá hacia donde estábamos ahora. Se me va a acabar el casete. Corré.
-Mucho cui… Colgó.

Me acordé del último tropel que hubo en la universidad. Se llevaron presos a algunos compañeros. Que pavor, la policía otra vez adentro. Se pueden llevar a cualquiera. Que miedo, y uno andando solo. Pensé en ese día y en la persecución a las cámaras.

No tenía ni idea de cuál era el lugar que me había indicado. Corrí hasta donde nos vimos por última vez con la esperanza de que la romería de la gente me condujera al lugar, pero parecía que la gente no se había dado cuenta; y yo que me los había imaginado corriendo despavoridos, como solemos hacer en la U cuando se mete el ESMAD.

Me encontré con otra del grupo.
-Parce que se metió el helicóptero. Le grité.

-Si, si. Salí corriendo para allá y se me cayó el hijueputa celular.

-Busquemos de donde llamar. Por donde fue.

-Por acá. Ya timbre, pero parece que no lo han visto. Parce es el tercero de este año. Ah

Así era. Ya había perdido otro celular en la corrida que nos toco con cámaras fotográficas y todo entre gases que tiraba el Esmad mientras ingresaba al campus. Era el mismo susto. Esta vez corriendo en sentido contrario, claro porque nos sentíamos más protegidas entre la minga. Al menos eso sentí hasta que me acordé del enfrentamiento que habían tenido los indígenas con el Esmad y el Ejército en La María. Saldo: un muerto. Pero tocó no pensar:

-Esta vieja se está quedando sin casete, voy a llevárselo.
-Bien, ahora las alcanzo. Cuidado.

Roja por el calor, sudando, agitada y exaltada, seguí corriendo hacia donde creía que había aterrizado el helicóptero y muy lejos de ahí alcancé a observar un pequeñísimo tumulto de gente. Me pareció que eran pocos curiosos para la magnitud del acontecimiento. Corrí hacia allá. Había una buseta, cámaras, una antena, gente murmurando y personas con carnets y chalecos.

No encontraba a mi compañera y tensionada comencé a gritar su nombre y a rodear la multitud. Después de darle tres vueltas al círculo de curiosos la encontré, al frente, grabando.
La gente estaba tan provocada por la situación como yo, pero no entendía que era lo que había ocurrido. Después de unos minutos de escuchar la conversación entre un delegado de la universidad y uno de Telesur me di cuenta de que en el helicóptero había ingresado un camarógrafo y otro trabajador de RCN.

El delegado de Telesur parecía enojado. Ambos se apartaron del círculo de gente. Le pedí la cámara a mi compañera que estaba atrapada en el tumulto y grababa los rostros asustados, y ególatras al tiempo, de los “periodistas” que eran rodeados.

Con el brazo cansado tomé la cámara y filmé de cerca los rostros de los delegados. La cámara no era más tímida. Aunque temblorosa, seguía de cerca la confrontación dejando testimonio exaltado por el acontecimiento y desvergonzado de la forma de enfrentar estas personas al lente.
La tensión que se vive en una universidad pública de este país primero se carga y luego se queda en la mente infiltrándose en las posibles reflexiones de momentos de angustia. Volví a recordar el tropel. La tensión de la U.

Fue un momento psicodélico, lleno de sensaciones. Por un lado RCN, al que repudio cada día un poco más. Una gomela que desde el carro observa bajo sus lentes oscuros y con su temor ególatra a los indios que la rodean, -debe ser la presentadora, pensé. Tomó agua de su botella “Brisa”. ¿Periodista? ¿Qué fue lo que estudió? ¿Qué es lo que yo estudio? Ahora mismo… qué es lo que se supone que estoy haciendo. Los indígenas rodeándolos firmes esperando a que llegue la guardia. Yo una más de su raza. Sin cabildo, sin resguardo, sin un movimiento. Ahí, entre curiosa, indígena y comunicadora. En realidad de todas partes, con raíz, instantánea y pensada. Apegada a ninguna parte, inmediata. A medios caminos. A medio pulso. Zoom. No, zoom no. Cerca. No, es tenso.

Pensaba mientras sostenía la cámara: me estoy boletiando, que tal que la guardia me desconozca y me pida la cámara, que tal haya un “para” que venga con los de RCN, que tal que haya un “guerrillo” que venga con los de Telesur, que tal que los del movimiento de la U recuerden que no permiten que uno los grabe. Que tal que… cualquiera. Dejá de estar pensando maricadas. Mirá lo que estás filmando.
Cuando dejé de hablarme logré entender de qué se trataba el alegato. El enviado de Telesur estaba defendiendo a la gente que había entrado de RCN.

-Aquí todos tienen derecho a informar, que es lo que les pasa.
-Por eso hoy la guardia permitió el ingreso de RCN y Caracol, pero esa no era la forma de entrar, aquí se manejan tensiones, como es que van a entrar así, hay que tener un poco de respeto. Calmate que lo que se está pidiendo es eso.

El delegado de Telesur miró furioso la cámara. Yo volví a pensar… que tal que. Pero con poco pulso seguía grabándolos. La gente pidió que lo investigaran -de cuanto acá tan amigos de RCN. Enfurecido aún, quitó la mirada de la cámara y dio la espalda a la multitud para marcharse. La gente todavía en círculo no lo quería dejar ir. El delegado de la U pidió calma mientras llegaba la guardia.
Yo gritaba con los demás pidiendo respeto. En parte porque estaba exaltada. En parte porque quería que vieran que estoy con ellos. La gomela alegaba con la muchedumbre y un compañero suyo hizo una llamada por celular. Cuando llegó la guardia indígena el tumulto pidió que se aplicara el castigo indígena. Uno de los de la guardia tomó la vocería y habló con el delegado de la U y concluyeron.
-Estamos pidiendo respeto.
-Si… Gritaron a coro los indígenas.
-Saquémoslos de la universidad para enseñarles que nos tienen que respetar.

El público aprobó la decisión.

-¿Salimos por acá entonces? Sugirió uno de los periodistas.
Algunas personas gritaron que no. –No vaya a ser que hagan una cagada de las que saben.

El delegado de la U tampoco estuvo de acuerdo:
-Les vamos a enseñar lo que es el respeto. Aquí hay una guardia y un protocolo que respetar, entonces les vamos a mostrar por donde tenían que entrar.

-La guardia indígena va a formar un corredor y los vamos a sacar por la vehicular. Complemento el vocero de la guardia.

Pasaron algunos minutos y fueron llegando más indígenas de la guardia. Veía con asombro la forma en que se iban organizando para hacer el corredor hacia la salida, unidos por sus manos y bastones de mando. Se agotó la batería. –Mierda. Cómo me quedo sin batería para esta maravillosa escena, pensé. Primero iba la buseta con el camarógrafo que había llegado en el helicóptero de la policía, la gomela y un miembro de la guardia. Rodeándolos el corredor humano. Atrás, el carro del delegado de la U con otros de los periodistas y otros a pie, también rodeados por los bastones de mando. A los lados, al frente y detrás, la gente que se había esparcido.
Lo único que quedaba para registrar el momento era una grabadora digital de voz. Caminaba atrás del corredor, al lado de un niño de unos 15 años, en pantaloneta, chanclas, sin camisa y con un radio colgando de su cuello. Estaba escuchando un informativo. Una vez más me exalté, esta vez por la indignación que produjo en mí el informe del locutor: Hace poco nos informaron que la guardia indígena de la minga que se encuentra en la Universidad del Valle tiene retenidos a periodistas de RCN y Caracol que hacían cubrimiento de la minga. En estos momentos los están llevando a aplicarles el castigo indígena que consiste en darles juetazos.

-Hijos de puta. Grité.

Los que habíamos escuchado estábamos asombrados. Es diferente tener conocimiento de que por la inmediatez o por diferentes intereses los medios de comunicación tergiversan la información causando daños irreparables. Otra cosa es sentirlo tan cerca, como se siente en la U. Como se sintió en ese momento en el que caminábamos para sacar a los periodistas mientras un locutor informa a la ciudadanía que les van a dar juetazos por que les dio por retenerlos.

Corrimos hacia el carro del delegado de la U.

-Ve poné cuidado a las emisoras y pedile a estos que rectifiquen. Por la radio están diciendo que los indígenas retuvieron a la gente de RCN y que les van a dar juetazos.

Aceleró y ya en la salida cuando iban a abrir la puerta de la vehicular dijo: Antes de salir les voy a pedir algo. Me informaron que se está diciendo en los medios que la guardia indígena de la minga que se encuentra en la Universidad del Valle los tiene retenidos y que se los están llevando a aplicarles el castigo indígena. Hasta que no llamen a rectificar no los vamos a dejar salir.
La gente volvió a enfurecerse, yo también, especialmente al ver que los retenidos se negaban a hacer alguna llamada porque decían que eso no era cierto. Iba a gritar, con algo de temor, que yo tenía grabado el audio, maldecía de nuevo el haberme quedado sin batería. En eso el niño de la radio me señaló, la multitud volvió su mirada hacia mí por un segundo, lo único que pude hacer fue mostrar la grabadora y asentir.
La gente presionó, gente de derechos humanos, profesores, delegados de varios lugares, entonces el periodista accedió a hacer una llamada.
A mí me pareció inútil, en la efervescencia del momento esa era una solución inútil.

La multitud pedía el castigo indígena. El líder del la guardia le pidió al periodista que se acercara y le tomó por detrás los brazos.

-Vamos a enseñarles entonces en qué consiste verdaderamente el castigo indígena.
Lo encadenó a un poste y sacó un juete. El periodista perdió color, yo también. Luego soltó una carcajada.
-Rectifiquen. Ahora saben lo que habría sido el castigo indígena.
Una docena de minutos esperando rectificación. Los bastones de mando rodeando a los intrusos. Yo estaba exaltada, sudando, cansada. Me aparté de la escena para ir por agua y buscar la gente que tenía batería. La multitud también comenzó a dispersarse y quedó la guardia indígena con los periodistas… esperando.

-¿Porqué la escuchamos? Sarta de ideales. Necesito escuchar más gente. Además ¿quiénes son nosotros?
Posdata: Ahí está. Escrito también a medio a pulso.

sábado, 10 de enero de 2009

NO WAY

SINÓPSIS

Se escucha un disparo. 10:23 p.m. Verónica apunta su arma contra el pecho de Manuel. Nuevamente un disparo, pero esta vez, apunta hacia la cabeza. Verónica lleva seis meses de noviazgo con Manuel pero el peso de la figura paternal en su hermano no le permite tomar una decisión: simplemente se ve obligada a actuar. Gerardo la obligó a matarlo porque temía que lo pudiera denunciar, Manuel había visto su rostro después de quitarle la capucha en un forcejeo. Descarga todas las balas, su amor, su frialdad y su dolor.

Verónica regresa a clase, a la universidad, al día siguiente. Recibe una llamada de Sergio, hermano de Manuel, quien le cuenta lo que ha sucedido. Ella sospecha que Sergio conoce la verdad por el tono de voz con el que le habla.

Deberá decidir entre huir o quedarse para no levantar sospechas entre personas que ahora merodean la universidad haciendo preguntas. Deberá decidir si oculta su culpa y se arriesga, o si huye y se resigna a olvidar el amor que siente por Manuel.

Toma una decisión. Lo que ella no sabe es que el destino le enseñará que el verdadero amor soporta hasta el más fuerte dolor.

VERÓNICA GARCÍA

Verónica es una joven de 25 años, tez blanca, ojos castaños y cabello negro. Cuando tenía 3 años pierde a sus padres en un accidente de tránsito, razón por la que debe vivir con su hermano mayor y su abuela. Tuvo una infancia difícil pues debía, al igual que su abuela, trabajar como doméstica desde la edad de 10 años. Su hermano, Gerardo, representa la única figura autoritaria en su vida. Las dificultades que ha vivido a lo largo de su existencia le han formado un carácter fuerte y poco sentimental. Vive en un barrio ubicado dentro al oriente de la ciudad de Cali.

Ha logrado salir adelante a pesar de las dificultades: terminó el bachillerato nocturno y ahora cursa tercer Semestre de Contaduría (diurna) en la Universidad del Valle con el mejor promedio de su clase. Trabaja en la noche, de lunes a viernes, en una pizzería cerca de su casa. Las noches de los fines de semana, se dedica a robar mediante el modo “paseo millonario”; todo esto porque su hermano y unos vecinos de barrio lo hacen. Ella se encarga de abordar las víctimas (hombres) en reconocidas discotecas de la ciudad. Lo hace porque necesita el dinero para mantener a su abuela, mantenerse ella misma, y para hacer sentir bien a su hermano.

Verónica nunca se había enamorado, hasta que conoció a Manuel Rivadeneira, un estudiante de cuarto año de Medicina en la misma universidad y con quien lleva una relación de 6 meses.

Desgraciadamente su hermano Gerardo, decide que Manuel es una buena presa para ser víctima de sus malos pasos. Raptan a Manuel, en compañía de dos personas más, para hacerle el “paseo millonario”. Pero sucede algo inesperado y es manipulada y obligada por Gerardo para asesinar a Manuel.

Le dispara dos veces a quemarropa.

Al día siguiente vuelve a la universidad tratando de pasar inadvertida. Cree que ha asesinado a Manuel. Después de que Sergio habla con ella, y se da cuenta que Manuel está vivo se dirige a la clínica. Manuel ya ha reaccionado cuando ella llega a la habitación. Después de tener una pequeña conversación, Verónica saca un arma de su bolso y dispara a Manuel.

MANUEL RIVADENEIRA

Manuel tiene 22 años. Es un joven apuesto, de cabello negro y ojos azules. Nacido bajo el apellido de una reconocida familia de la ciudad, Manuel se reconoce por ser amable, carismático y de gran humildad y sencillez, a pesar de tener todo lo económicamente posible.

Estudia Medicina hace cuatro años. Espera graduarse pronto para viajar a especializarse en una prestigiosa universidad en los Estados Unidos. Quiere especializarse en Oftalmología para luego hacer su segunda especialización en Glaucoma, porque quiere ayudar a otras personas que presenten el mismo diagnóstico que su hermano menor.

Conoce a Verónica, ocho meses atrás, en la biblioteca de la universidad mientras ella recogía un par de libros. Entablan una amistad de 2 meses y, sin que le importe su condición social, convierte a Verónica en su novia. Comienza a tener buena relación con la familia de Verónica y le ayuda a ella con algunos de los gastos de su casa.

La noche en que suceden los hechos, Manuel ha invitado a salir a Verónica. Una hora más tarde, acompañado de su hermano Sergio, y mientras se dirige a recogerla en su casa, es abordado por cuatro personas encapuchadas que lo obligan a conducir por una carretera hacia las afueras de la ciudad después de haberle hecho recorrido por cinco cajeros (banco).

Antes de que “alguien” le dispare, y mientras forcejeaba con uno de los agresores, le rompe la capucha y le descubre el rostro. Descubre a Gerardo, su cuñado, como su victimario. Recibe dos disparos (en el pecho y otro cerca de la oreja izquierda) que le propina Verónica, aunque él no lo sabe.

Al día siguiente, es encontrado en la berma de la carretera y es llevado al hospital cercano. Está en cuidados intensivos y su familia sólo espera que reaccione para saber lo que le sucedió. Cuando reacciona, habla con su hermano Sergio y lo convence de no denunciar a Verónica ni a Gerardo. Cuando Verónica llega a la habitación donde se encuentra, habla con ella y le cuenta su decisión. Es asesinado por Verónica.

SERGIO RIVADENEIRA

Hermano de Manuel. Tiene 17 años, apenas comenzó sus estudios de Administración de Empresas en la misma universidad que estudia su hermano.

Sergio nació con una enfermedad congénita llamada Glaucoma, que degenera la visión progresivamente por incrementos en la Presión Intraocular, dañando el nervio óptico. Gracias a su condición económica, Sergio mantiene tratamiento constante con el mejor oftalmólogo de la ciudad; situación que le ha permitido paralizar el daño y conservar la poca visión tubular que le queda.

Como efecto de su ceguera parcial, Sergio cuenta con un excelente sentido del oído.

Conoce a Verónica cuando ya es novia de su hermano. La noche en que ocurren los hechos, él es dejado cerca de una estación de abastecimiento de combustible después de ser drogado con escopolamina.

Aunque no recuerda nada de lo poco que pudo ver, si recuerda las voces de los ultrajantes, entre ellas, reconoce la voz de Verónica.

Cuando su hermano despierta, le insiste en que va a llamar a la policía. Sin embargo, Manuel lo convence de no hacerlo. Escucha los disparos que le provocan la muerte a su hermano.

GERARDO GARCÍA

Hermano de Verónica. Tiene 28 años. No terminó sus estudios básicos porque prefirió dedicarse a seguir el ejemplo de sus amistades de barrio. Es posesivo y le gusta manipular a Verónica para que acepte todo lo que él quiere.

Cuando conoce a Manuel, el hermano de su novia, decide que él debe ser la siguiente presa de sus trampas.

Planea todo lo que sucede la noche del hecho y obliga a Verónica a matar a Manuel para que nos lo vaya a denunciar, pues Manuel, mientras se defendía, rompe la capucha que cubría su rostro y lo descubre. Entonces, Gerardo decide acabar con la vida de Manuel pero a manos de Verónica. La obliga a matarlo y huye de la escena, con Verónica, en el carro de otro de los maleantes.

Piensa que ha asesinado a Manuel. Cuando se entera de que Manuel sigue con vida, obliga nuevamente a Verónica a asesinarlo.

JUSTIFICACIÓN DE MÉTODOS

Considero que la historia puede ser rodada en relación a los “métodos” empleados por dos autores: Alfred Hitchcok y Roberto Rosellini.

Pensando en Hitchcok, sería conveniente ya que la historia contiene un personaje que es guiado por intencionalidades de tipo psicológicas. Dicho personaje toma decisiones que le generan más conflictos.

La historia está construida sobre las bases de las concepciones del bien y el mal y la exploración de la psique humana. Ya que Hitchcok empleaba constantemente la recreación de situaciones con mucha intensidad y derivadas del suspenso, creo que sería pertinente. Además de los planos y las secuencias cortas de su método, considero importante los manejos de zoom que solía usar Hitchcok para la representación de la historia sin dejar de lado la ambientación sonora que le caracterizó.

De otro modo, y en contraste, Rosellini sería conveniente como método ya que la utilización de actores naturales mejoraría la interpretación de la historia. El hecho de que Rosellini no optara por “atar” a los actores bajo un guión le daría mejor desarrollo al perfil psicológico de los personajes. El uso de una ambientación sonora débil permitiría un ejercicio interesante de tensión a partir de diálogos. El plano secuencia moderado de Rosellini ayudaría para realzar el carácter de realidad en la historia.

Olor De Verano (David García)

“Dijiste que querías una revolución hombre, pues yo digo que estás lleno de mierda… Somos adolescentes desechables.” Marilyn Manson.

En la Universidad del Valle, cada uno de los estudiantes no es más que un número, una cifra, una entrada de dinero con un código que lo acompaña. No existen como humanos, sino como estadísticas y datos variables. Sin embargo, existen algunos personajes que les encanta llamar la atención y de manera paradójica, cuando lo hacen se tapan la cara para no ser reconocidos.

Los estereotipos más frecuentes que nos imponen a los que estudiamos ahí siempre son los de marihuaneros y de tira piedras. Pero es absurdo pues los que tiran piedras son un grupo particularmente pequeño y que no representa para nada los ideales de todos los estudiantes, pues casi actúan de manera privada. En cuanto a las drogas, pues pertenezco a un grupo incluso menor, una minoría mundial, un espécimen raro que no consume drogas a pesar de encajar con el estereotipo de drogadicto, depresivo, un poco suicida y ligeramente trastornado.

Después del medio día, específicamente después del almuerzo en la cafetería central, empiezan a escucharse los primeros avisos de la inminente pelea entre encapuchados y policías, casi como un ritual sagrado, un aviso de guerra. Como tambores van sonando las bombas, aturden mucho más que un rayo y cada vez que una nueva explota, todo se pone en cámara lenta por dos segundos, la gente se paraliza.

Las hojas toman un color más amarillento y el aire se pone muy delgado, ni siquiera se sienten las corrientes rozar la piel. Y ahí estoy yo, mirando hacía el horizonte, solo, absolutamente solo, rodeado de cientos de estudiantes eufóricos que esperan el momento en que comiencen a pelear. Algunos se quejan de la que las cosas no van a cambiar por unos tipos disfrazados tiren bombas en las calles y otros simplemente sienten el deseo inamovible de acercarse cuanto sea posible a la pelea y vivirla de primera mano, estos personajes son simpatizantes de algunas causas revolucionarias que proclaman los capuchos. Yo soy un ser ligeramente más egoísta, y a la vez altruista. No creo que ellos tengas la razón, pero tampoco el estado, pero mucho menos yo. Soy poco más que nada.

Finalmente da inicio el tan esperado enfrentamiento. Cientos de estudiantes se aglomeran enfrente de la portería vehicular, simplemente como espectadores, unos aplauden y cantan, y otros se sienten como en una sala de cine viendo una película de acción. Cada unos minutos una lata de gas llega lejos y crea una estampida humana de jóvenes, pero vuelven minutos después y continúan mirando. El olor llega a recorrer grandes distancias, y alcanza a Banderas, el lugar donde se reúne la casta de viciosos. A veces es tan penetrante aquel olor, que ni siquiera el acido humo de la marihuana logra disuadirlos de quedarse, por lo tanto les toca irse.

Cada dos semanas es la misma situación, a veces cambia la regularidad, y son dos veces por semana, o pasan un mes sin hacer nada. Nada nunca cambia.

*
Las ultimas dos peleas han sido realmente brutales. Los heridos de ambos bandos son muy frecuentes, y cada vez más graves. Y las horas que duran peleando se incrementaron de manera alarmante, casi 10 horas y obviamente, ahora cuentan con más participantes. La de ayer, fue una masacre absoluta. Los capuchos salieron a enfrentarse, y los estudiantes detrás como siempre miraban, había casi mil personas. Las bombas retumbaban una y otra vez, pero la policía nunca llegó. Después de dos horas de haberse tomado el poder de la calle, la gente se encontraba confundida. De la nada, miles de soldados empezaron a rodear a los insurgentes que estaban en la calle, armados hasta los dientes, y empezaron a disparar indiscriminadamente y a tirar granadas, como en un campo de guerra cualquiera.

Los estudiantes caían al suelo, simplemente dejaban de moverse. En 37 minutos del comienzo de la operación “limpieza”, denominada así por como nombre clave, ya no había ni un solo hombre, no soldado de pie. La mayoría de los cadáveres eran irreconocibles, completamente destrozados por la ráfaga de balas, pero saltaba a la vista que todos eran jóvenes, ninguno estaba en condiciones de defenderse de tan brutal ataque.

Los militares empezaron a marchar por el campo, en busca de sobrevivientes, y de vez en cuando, se escuchaban disparos, todo era para asegurarse de no ser atacados como venganza luego. Los testigos fueron muy pocos, algunos de los que miraban la pelea sin participar alcanzaron a huir, y se encargaron de contar lo que pasó, pero realmente a fin de cuentas, la verdad no sirve de nada.

La versión oficial en los medios fue que hubieron guerrilleros que hicieron de una protesta rutinaria, una batalla peligrosa para el resto de los ciudadanos y no hubo más remedio que atacar con todos los recursos disponibles.

*

Mientras hacían las labores de limpieza, en la mitad de la esa misma noche, fue que todo “comenzó”. De la pila de cadáveres, hubo uno que se puso de pie. Inmediatamente los soldados reaccionaron, y dispararon hasta tumbarlo, pero de otra parte, otro se puso de pie y de nuevo dispararon. Por cada uno que tumbaban, 3 más se levantaban. Poco a poco se fueron acercando hacía sus armados atacantes, y muchos no parecían ser afectados por las balas. Un ataque de mordidas iba matando uno a uno los milicianos que estaban ahí. Una vez muerta su victima, proseguían a la siguiente. Segundos después de morir, se volvían a poner de pie y se unían a los otros en su aparente hambre por carne humana viva.

Esto pasó hace una semana. En este momento, las calles de la ciudad están desoladas, todo ápice de vida parece haberse esfumado. Solo el olor putrefacto se siente en el aire, la carne se ve esparcida y colgando de todas partes. Los pájaros carroñeros son los únicos que aun hacen ruido y no se atreven a acercarse a comer. Hasta ellos desprecian esa carne. Al parecer, casi todos los habitantes se han vuelto uno de ellos.

Son lentos, muy lentos. Algunos caminan con mucha dificultad, todo depende de las heridas que provocaron su muerte. Pero en general, no son un riesgo si uno se enfrenta con uno solo frente a frente. Correr es la mejor opción, aunque “matar” a uno de ellos, o mejor dicho, volver a matar uno de ellos es sencillo, su cerebro es el que los controla y si se daña mucho, dejan de funcionar. Los pocos que sobrevivimos, se lo debemos a nuestra cobardía y egoísmo, pues no hemos intentado hacernos los héroes salvando a damas en peligro. En el momento en que los cadáveres empezaron a levantarse, todo lo que conocía como bueno o malo, mis preceptos de sociedad y de la razón quedaron desechados, el único procedimiento saludable a todo era la autoconservación. Al comienzo, pensábamos que en grupos grandes de personas estaríamos a salvo, pero pronto el número de los no-muertos llegó a ser mayor que el de los vivos, y pronto, el aislamiento y el sálvese quien pueda se volvió ley.

El trabajo en equipo de esas criaturas era simplemente asombroso, respondían al menor estimulo de sonido o visual. Siempre deambulaban despacio, pero al escuchar a alguien, todos los perseguían sin esperar un segundo. No había duda en su carácter, parecían maquinas perfectas, siempre haciendo lo que se supone deben hacer, sin cuestionar su existencia ni su propósito. Al parecer, su único interés en la carne es cuando está viva, una vez su victima muere desangrada, todos se paran y se van. Eventualmente el muerto se pone de pie y se vuelve otro de ellos.

En mis limitadas búsquedas por alimentos, me he enfrentado a varios de ellos. He descubierto en mí una sed de sangre, disfruto mucho matando esas cosas pero por cada uno que mato, 10 más aparecen en la vuelta de la esquina, por eso es mejor esperar que el sol descomponga los cadáveres, pues están pudriéndose por la falta de vivos que comer.

Vivo en el último piso de un edificio residencial, en la terraza de algún riquillo que probablemente murió intentando salir de la ciudad, pues antes de que se cortara la energía, escuché por radio que ya habían alcanzado ese lugar aquellas bestias, y al parecer los aviones despegaron vacíos. No sé cómo estará el resto del país, pero es cuestión de tiempo antes que esto se expanda y devore todo el mundo.


*

CNN: ¡Última Noticias!

Las fuerzas armadas de Colombia, en un intento desesperado por detener a unos estudiantes revolucionarios de la universidad del valle con ayuda de las FARC, que habían tomado el control de la ciudad de Cali y masacrado brutalmente a la mayoría de los ciudadanos, hicieron detonar una bomba de Hidrogeno que voló la ciudad y sus alrededores. Al parecer no quedó un solo sobreviviente. La comunidad internacional apoyó la decisión tomada por el presidente Álvaro Uribe y a la vez, lamenta que se haya tenido que llegar a estos extremos…

Tierra de confusión (Historia final)

Por Juan Manuel Eslava G.


I

Un personaje ataviado con una chaqueta gris, un pantalón verde militar, y unos tennis camina por un sector comercial de clase media, media-alta, de la ciudad. Lleva las manos en los bolsillos, un maletín deportivo de una sola tira, y lo acompañan unos audífonos, de los acolchonaditos de balaca que van por fuera de los oídos. Escucha el álbum In Absentia de la banda de Rock alternativo/progresivo Porcupine Tree a un volumen que le permite captar todo el bullicio de la calle, y así ambas instancias sonoras se funden mientras avanza unas pocas cuadras más hasta llegar a su destino. Entra a la pizzería Panucci’s.

II

Ramón Alberto, que tiene veintiún años recién cumplidos, tiene puesto el uniforme rojo, amarillo y blanco de Panucci’s, y está sentado en una silla, recostado contra la pared. Echa un vistazo a afuera y no ve a nadie venir. Hace un gesto de pereza y saca un libro negro pequeño de la maleta. Es una edición del texto On Liberty de John Stuart Mill, con prólogo de Isaiah Berlin. Es un libro que ya ha leído, así que lo abre en un punto intermedio al azar. Se lee: ‘’ Si toda la especie humana no tuviera más que una opinión, y solamente una persona, tuviera la opinión contraria, no sería más justo el imponer silencio a esta sola persona, que si esta sola persona tratara de imponérselo a toda la humanidad, suponiendo que esto fuera posible ‘’. Ramón Alberto piensa en esas palabras y ríe un poco para sí, como si le parecieran tan sensatas y ridículas a la vez, tan hermosas y lejanas.

Son las cuatro de la tarde. Ramón Alberto se cambia y sale de Panucci’s. Ha acabado su turno del día. Trabaja allí desde hace unos tres meses. Es el primer empleo formal de su vida adulta.

III


Un poco más tarde, Ramón Alberto se encuentra con la misma ropa, recostado en la banca de un gran parque de barrio, con el libro entre sus manos. No lo está leyendo. En vez de eso, su atención está puesta en lo que pasa con los jóvenes que juegan fútbol frente a sus ojos. Permanece así un rato, hasta que una chica llega y se sienta a su lado. Estaba tan distraído que sólo sintió de un momento a otro que una presencia se sumaba al banco. Entonces, voltea la cara para ver y la chica le da un beso en la mejilla. Es Rafaela, una niña de catorce años, de una belleza moderada pero cautivadora. Tiene el pelo castaño largo y lacio, y es bastante delgada.

- ¿Cómo estuvo tu día?

- Ooh, un poco aburrido – responde Ramón Alberto, mientras bosteza.

- ¡Auuum!

- Tú en cambio estás bastante animada.

- Sí – Sonríe -. Hoy el colegio estuvo interesante. Es decir nunca lo es en realidad, ese no sería el adjetivo que mejor describiría a ese lugar, pero en las clases de hoy se habló de cosas chéveres, a ti te hubiera gustado estar allí.

- ¿En serio? – preguntó con incredulidad.

- Sip. Mira, era clase de sociales. Esta profesora es nueva, así que tiene un estilo bastante distinto, le da a las clases un elemento… es como tú, se va por las ramas, pero de una forma en que todo tiene sentido, todo es como tú dirías ‘’ consecuente ‘’, o ‘’ no gratuito ‘’ y hoy fue genial.

- Bueno, pero ¿cuál era el tema?

- Vamos en segunda guerra mundial, ¿no? Ya pasamos por cómo se sucedió y qué tipo de eventos e ideologías la motivaron. Así que ya estamos en aquello de cómo el mundo se reorganizó ¿ves? Pero ella no nos cuenta las cosas de una forma estática, todo lo pone a jugar con situaciones de la actualidad, y, lo que es más sorprendente, con historias de pasados muy lejanos. – Rafaela se emociona mientras comenta esto-¡y sabe mucho de otras cosas, como de música, o arte, y nos muestra que también tienen que ver con lo político! Apuesto a que te parece grandioso ¿no es así?

Ramón Alberto bosteza un poco.

- Pienso que así es como todas las clases, incluso si no pertenecen al campo de las humanidades, deberían ser tratadas, aún en secundaria, aún en primaria. Hay que hacer evidentes todas esas relaciones así como todos los matices que un problema puede tener. Pero imagino que la norma sigue siendo otra, así que está bastante bien que ésta profesora tuya se porte así.

- También es bastante crítica.

- ¡Vaya! Ahora que lo pienso, no recuerdo haber sentido inclinación política alguna de parte de mis profesores del bachillerato. Ni siquiera posturas morales fuertes con respecto a los contenidos, aunque ante lo que hacían los alumnos, obviamente sí. Así que no sé si es que eran demasiado correctos, en el sentido de ser imparciales e incoloros, o totalmente desapasionados ante los temas y ante la vida.

- ¿Y es bueno un profesor que no involucre sus sentimientos en las cosas que enseña?

- ¿Tú qué crees?...

- No lo sé… creo que está bien que lo haga.

- Es que mira, es como tú y yo. Tal vez yo me equivoque, porque me pagan para que refuerce tus conocimientos, para que complemente las cosas que te enseñan o haga más comprensible algo que en la escuela te dejó dudas, y no creo que dentro de esas tareas se incluya meter ideas particulares en tu cabecita. ¿Ves?

Rafaela ríe un poco.

- Pero mira, yo no veo un problema en eso. Es decir, inevitablemente nuestras opiniones y creencias se verán condicionadas por lo que quienes nos rodean sienten y piensan. Para bien o mal.

- Sí – dice con duda Ramón Alberto.

- Tú ni siquiera puedes transmitirme una ideología. !Si estás supremamente confundido! lo único que podrías transmitirme es confusión – dice riendo.

IV

‘’ No estoy tan confundido – dice en su mente Ramón Alberto mientras camina por una de las rutas de la universidad pública de la ciudad - O sea, tengo unos principios, mis ideologías se están reelaborando constantemente, como resultado natural de la experiencia que cada día se enriquece, pero todo parte de algo ¿o no? ‘’

Ramón Alberto retira su bicicleta del lugar donde estaba asegurada, y emprende un largo recorrido por la universidad. Presta atención a las diferentes materialidades. Los viejos edificios, marcados con distintos tipos de consignas. Propagandas e información sobre las paredes. Reconoce la figura de sus compañeros, de su carrera y de otras carreras. Gente diversa: alguna muy graciosa, otra de apariencia más bien seria. Pluralidad étnica, estética, de edades. En teoría, unida políticamente. ‘’ Quién sabe – piensa -. Izquierda, socialista, democrática ¿Marxista? ¡¿Comunista?! ¡Claro que no!‘’.


En otro lugar, un televisor muestra imágenes del conflicto Palestino-Israelí.


V

En el interior de un almacén de un centro comercial, Ramón Alberto inspecciona un aparador, mientras una de las varias chicas que atiende en el lugar le pone conversa. Rafaela se encuentra en otro lugar del almacén de espaldas a ellos.

- ¿Entonces, comunicación social en la universidad pública?

- Sí. Eso es.

La mujer, que debe tener unos veintidós años, inserta una serie de comentarios de forma muy rápida, a los que Ramón Alberto no puede dar mayor trascendencia, entre ellos cosas que prácticamente no entiende, y responde con indiferentes ‘ aja ‘ ‘sí’ ‘¿sí?’ y ‘ qué bueno ‘.

- … Sí, oye, y por qué es que ustedes allá en la universidad pelean tanto ¿usted es parte de eso?

- No, yo no soy parte.

Ramón Alberto vio a la chica y supo que sería difícil explicarle a un ser tan común una problemática tan delicada que constantemente lo ponía entre la espada y la pared, acerca de la cual se podía decir tanto, y aún ante un buen entendedor sería necesario extenderse en palabras y palabras. Cómo hacerle entender a ésta mujer – escribió después - lo que las ideologías políticas tenían que ver en el asunto; eso, en el caso de que al menos ella tuviera alguna noción de lo que cada uno de éstos molestos …ismos significa. Cómo, en una sociedad, que para simplificar, para confundirse menos, polariza y radicaliza todo el tiempo, dar a entender que por principios, por mero razonamiento, sentido común para ser más precisos, no podía apoyarlos, y que precisamente por esas mismas cosas tampoco podía desdeñar del todo su empresa, y separarse completamente de lo que representan.

VI

Ramón Alberto y Rafaela se bajan de una buseta de servicio público, en un paradero que queda ligeramente distanciado de la universidad. Para llegar deben atravesar un centro comercial importante (que no es el mismo de la escena anterior).

- Entonces, por fin conoceré la universidad pública – dice Rafaela, Ya era hora.

- No es gran cosa. Yo nunca vine hasta el día en que quedé admitido.

- ¡eh! Pero qué actitud. Esta universidad es muy respetada.

- No por todos. ¿Tu papá no hizo ningún comentario raro acerca del hecho de que trajera acá hoy?

- Lo normal. Que tuviera cuidado, pero eso es algo que aplica también para el resto de situaciones de mi vida. Además él confía mucho en ti, y cree que es importante que venga a conocer, ya sabes, por si en el futuro decido estudiar aquí; cuando él estaba acá nunca me trajo.

- A lo mejor sí. Pero estabas muy chica para recordarlo.

VII


Son las doce y media del día y en las instalaciones de la universidad pública de la ciudad se realizan algunos actos culturales de corte carnavalesco. Sentados en el pasto, a unos pocos metros de la plazoleta de las astas, un conocido punto de encuentro para los estudiantes, descansan dos jóvenes de aproximadamente veinte años. Del altavoz de un aparato celular, escuchan una especie de Trip Hop. Ramón Alberto, que va con Rafaela, se acerca y los saluda con bastante cordialidad. En ese momento uno de ellos se va, y el otro, Javier, que es más amigo, se para.

- Oye, te presento a Rafaela.

- Mucho gusto – dice Javier, mientras estrecha la mano de la niña y le hace una mirada un poco perversa que la incomoda ligeramente.

- No te mentiré, Rafaela, es muy posible que hoy haya ‘’ revolución ‘’.

- ¿En serio? ¿No importa que hayan actos culturales planeados?

- Malditos comunistas y sus jodas – dice Javier.

- Sí, seguro – dice Ramón Alberto.

Rafaela reconoce algunos distintivos particulares en la chaqueta y la maleta de Javier.

- ¿Es fascista o algo así? – le pregunta al oído a Ramón Alberto.

- Sí – le responde en voz baja -. Mi papa dice – ya en voz alta – que siempre los blancos pobres tienden a ser nazis. – Javier le hace la señal de ‘’ Fuck you ‘’ y se ríe -. Tienen que echarle la culpa a las otras razas de su infortunio cuando por tradición han sido la raza privilegiada.

- ¡Tú eres más pobre que yo! Y hasta más blanco.

- Seguro. Pero ninguna de esas dos cosas me genera arraigo. Además, comparados con Rafaela ambos somos miserables.

Rafaela se siente un poco incómoda. Mientras han estado hablando, pequeños estallidos se han dejado escuchar. Ramón Alberto propone que caminen un poco, y así empiezan a hacerlo. Los tres van por la parte en que la plazoleta de astas se une con la cafetería Principal, y en ese momento pasan varias personas corriendo a su lado. Uno de ellos incluso los tropieza. Una gran algarabía viene del centro de la universidad. Continúan su camino hacia allá.

Más allá del lago, se encuentra la zona conocida como administración central. Javier los deja un momento para comprar un cigarrillo.

- ¿Tienes un amigo Neonazi? – pregunta Rafaela, con una intención de reclamo que es fácil de adivinar para Ramón Alberto que ríe inocentemente -. Me has hablado tanto de basura fascista que…

- Digamos que me aburrí de tanta ‘’ gente buena ‘’. Tengo problemas que van más allá de cómo va a ser gobernado el país. A veces sólo quiero hablar con alguien, que alguien se ría de las estupideces que digo. Sabes como soy, no dejo que la política me una y ni me separe de nadie. Mira, el fascismo más que un sistema político, si se hace un ejercicio de darle forma a su significado excediendo incluso lo que representó como movimiento, es un espíritu. De intolerancia, de estrechez, de uso incorrecto de la fuerza. Y eso es algo que hoy en día reside en todos, o en casi todos, sin importar si son de izquierda, de derecha, de centro o de la mierda. Está en los que golpean Emos, en los abusones de colegio, o en los que destierran a la gente de lugares reclamándolos como suyos, de cualquier manera. Y a todo eso, sumémosle la enorme hipocresía. Y nos queda el retrato de una ‘’ bonita sociedad ‘’.

En ese momento vuelve Javier fumando el cigarro. Están ya muy cerca de administración central, y hay un enorme multitud de gente reunida y se escucha cosas que se golpean.

- Ya me comentaron – dice Javier -, es que agarraron a un policía dentro de la universidad haciendo dizque trabajo de espionaje. Vamos, güevon, a ver qué pasa.

Se acercan pero no pueden ver al policía. Se supone que este ha sido guardado en una de las oficinas del edificio para evitar que la multitud haga algo con él. Todos gritan ‘’ ¡Quémenlo! ¡Quémenlo! ‘’.

- Ves, ahí está la gente buena – le dice Ramón Alberto a Rafaela -. A esto me refiero. Es una actitud clásica de la gente, que siempre está dispuesta a descargar su ira. La indignación convertida en odio, en sadismo. Como cuando toda una comunidad quiere masacrar al que violó a la niña. O el que muele a patadas al negrito que le robó el reloj en el centro. Sólo necesitan una excusa para sacar al criminal.

De afuera de la universidad vienen explosiones y gritos. Parece que la policía acaba de llegar.

- Esto no estará bonito. Busquemos cómo salir.

- Eh, dejá tu miedo.

- Tengo que protegerla a ella.

Rafaela está o muy asustado o muy sorprendida pero no puede decir nada. Se concentra un momento en el horizonte y por fin se decide a preguntar

- ¿Por qué hay una buseta de servicio público cerca al lago?

- Es que ahora los capuchos contratan carros para evacuar a la gente – responde Javier que se carcajea a más no poder.

- La van a quemar, Rafa, porque ahora resulta que las busetas de transporte público son el símbolo de un gobierno opresivo y oligárquico.

- No habrá nadie adentro ¿verdad?

- Di que sos uribista y te meten – dice Javier.

VIII

El enfrentamiento se ha traslado al interior de la universidad. La terquedad en no dejar partir al policía espía ha creado una situación antes no vista, con estudiantes atrincherados en los edificios, y hombres armados moviéndose a través de los diferentes espacios de la universidad, golpeando a algunos estudiantes que intentaban detener la incursión con cánticos que enaltecían la institución pública. Ramón Alberto que sufre de una fuerte alergia en nariz y ojos fue alcanzado por los gases lacrimógenos, por lo cual tuvieron que detener el camino de evacuación y hacer una parada en un punto para que éste pudiera recuperarse.

- En éste punto no creo que haya peligro – dice Javier. Parcero, voy a ver si alguno de esos manes me regala agua.

Javier deja a Rafaela y Ramón Alberto solos un momento.

- Sí, veo que es un buen amigo.

- Sí. Es un bacán, aunque como todos tenga sus cuentos raros.

Ven como un joven de camiseta roja le entrega una botella de agua, que está más o menos por la mitad, a Javier y en seguida se va corriendo a la zona de combate.

- Dice que se iba a buscar a la hermana, que es una de las que quedó atrapada allá en ciencias.

- Oh, Dios – dice Rafaela.

Están a unos pocos metros de la salida oriente de la universidad, y hay mucha aglomerada allí, mucha de la cual estaba en los eventos culturales. Tratan de hacer resistencia a su modo. Algunos cantan y otros cargan consignas.

- Mira que, al menos, algunos no necesitan disfrazarse.

Ya empieza a oscurecer, son más o menos las seis de la tarde.

- Ahora está oscuro, y es más fácil matar impunemente – dice Javier.

En ese momento se escucha un disparo.

Mucha de la gente allí presente sale corriendo hasta el lugar. Rafaela se recuesta en el hombro de Ramón Alberto. Mientras eso, Javier mira hacia el lugar, de donde vienen gritos y exclamaciones, y cuenta algo del movimiento nacionalista anticomunista: que se trata de un tercer camino, que comprende las diversidades del país, y que pretende catalizar sus potencialidades salvándolo tanto del neoliberalismo esclavizante como del ‘’ terrorismo guevarista ‘’… que pugna por una revolución obrera, pero no cree en el ‘’ demonio sindical ‘’, que respeta la concepción clásica del fascismo, pero que se trata de algo distinto… que el fuhrer reconoció que el enemigo era el monstruo capitalista, el judío, etcétera, etcétera…

- El hombre que no conoce más que su propia opinión, no conoce gran cosa – dice en voz baja Ramón Alberto a Camila. - Eso lo dice, John Stuart Mill.

- Bastante sabio.

- Sí. Él creía firmemente en la necesidad de del debate constante de las opiniones adversas como camino para llegar a la verdad. También decía que no bastaba con conocer una idea a través del resumen que un crítico o analista hiciera de ella, sino que había que escucharla de voz de quién creyera fervientemente en ella.

- Bueno, pero tú crees en éstas cosas, entonces sí crees en algo.

- Pero no como ésta gente, que lo hace parte de su identidad. Toma discursos viejos, que pueden entender o no. Mills decía que lo importante era que ese tipo de ideologías, se refería concretamente a lo religioso, no se volvieran simplemente dogmas estáticos; si se convertían en constumbres y ya no en verdades vivas, en constante reflexión sobre lo que significan, ese era el problema. Rafaela. Yo elegí no credo, y elegí no bandera. Y esa es la única manera, sólo así puedo ser consecuente con lo que pasa. Y es difícil. El ser humano tiende a tomar partido en todo. Convierte en asesinos, o en soportadores del asesinato, hasta a la gente más noble. Conozco a una chica, ascendencia árabe directa, me la presentaron hace tiempo, y principalmente por Messenger he hablado con ella de muchas cosas. Es una persona calmada, admirablemente positiva. Lo que uno llamaría una ‘’ bella persona ‘’, además inteligente, ciertamente instruida para su edad. Tiene como dieciocho años. Todo éste asunto de Israel y Palestina la tiene muy mal. Le afecta. Sufre por lo que considera es su pueblo. Y me confesó que esto la saca tanto de casillas, que ha llegado a pensar en soluciones genocidas. Como ‘’ es tu pueblo, o el mío ‘’. Ese es el amor fraternal del ser humano, tiene fronteras, es diferente porque hay diferentes dioses, porque unos eligieron esconder a las mujeres bajo trapos y otros las ponen en pasacalles mostrando sus largas piernas.

- De alguna manera si estás guiando mi visión del mundo. Para bien.

- Te falta tiempo. Aprenderás mucho. Los libros sirven bastante, pero hay cosas que se entienden viviendo. Y eso es a veces un mejor método. La experiencia, para alguien que tiene su mente abierta y es libre de espíritu, es el maestro más imparcial que existe. Por ejemplo, lo que pasa contigo es tan especial, tan increíble, que se puede mandar absolutamente todo al carajo. No hay religión, ni sistema político que me pueda vender un cielo y yo aceptarlo. No creo en sacrificios, ni en el pueblo unido jamás será vendido, ni en imaginación al poder. No me necesitan, no los necesito. No me fusilará un estado opresor por la causa de nadie. No soy peón del tablero de ajedrez de ningún intelectual, líder paramilitar, predicador o dictador. No llevo un –ista encima que no sea narcis-ista o pesim-ista. Hoy ha muerto alguien. Muchos usarán esa muerte como estandarte. ¿Has visto cómo toda causa política o social requiere sacrificio, hasta la más noble de ellas, que hoy día no podría decir cuál es? El mundo hoy está tan superpoblado, y por ese requieren que pensemos en conjunto. Bien común. Bien del país. Y mueren seres, complejos y maravillosos a diario, y sólo pasan a engrosas fríos registros estadísticos. Un combatiente es un suicida con un propósito. Es admirable y detestable a la vez. Es la persona que le regala su vida a la confrontación, para que en el futuro alguien se inspire en él y haga lo mismo. Aunque en el amor también haya hipocresía, y no sea más que una convención para llamar a la coincidencia de la lujuria con la necesidad de compañía, prefiero morir por eso.

Terminan mirándose fijamente y sonriendo.


*** FIN

Nota: En la propuesta audiovisual, ésta última escena vendría acompañada de imágenes documentales alusivas al tipo de problemas planteados.